Crecí rodeada de arte, luces y emociones. Desde pequeña, viví entre música, camerinos y escuchando historias, viendo ensayos y sintiendo la magia que nace cuando la pasión se convierte en expresión. Mi papá me enseñó que los sueños sí se hacen realidad: lo vi levantar con sus propias manos un centro de espectáculos, y con él, un legado.
Esa experiencia marcó mi camino. No solo me enamoré de la pantalla grande, sino que comprendí su poder. Ser productora es, para mí, una manera de contar historias que dejan huella, de usar el cine como herramienta para reflexionar, inspirar y transformar. No se trata solo de entretener, sino de aportar un mensaje real a la sociedad.
Nunca es tarde para materializar tus sueños. Solo necesitas valor, visión y rodearte del mejor equipo.
La producción para mi es una forma de romper etiquetas. Ser esposa, mamá, y amiga es uno de mis mayores orgullos, pero no es mi único rol. Producir es demostrarme —y demostrarles— que se puede ser todo lo que una sueña: creadora, líder, madre, mujer con voz propia. Porque cuando se ama la pantalla grande, los límites se desdibujan y lo imposible empieza a rodar.